El dolor que transforma
Hoy vuelvo acá, a este espacio que suele contenerme de una manera que pocas cosas en el mundo rozan si quiera poder hacer... Debo admitir que han sido días y meses duros, muy duros. Muchas ocasiones he sentido el agotamiento como si se tratara de algo que me corroía por dentro, una especie de agujero negro que me absorbía y me dejaba en un estado de absoluta y completa sensación de insatisfacción.
Quienes me conocen saben que una de mis características mas desarrolladas es la de la resiliencia. He aprendido a alquimizar el dolor y la sensación de vacío con la que lidio en algunos de mis días. Un vacío que no se llena con nada, que simplemente expone mi humanidad, mis vivencias y que me recuerda cómo podemos aprender a sobrellevar de maneras impensadas nuestras cargas más pesadas. A veces simplemente lloramos, nos secamos los ojos, y seguimos adelante. Otras, pesa el cuerpo, y hasta respirar se nos hace dificultoso. Otras, necesitamos que alguien nos abrace y simplemente nos recuerde que "todo pasa".
Pero en medio del caos interno con el que he estado lidiando estas últimas semanas, una luz brilló al final del camino. Entendí y comprendí; tomé consciencia de que hay algo adentro que simplemente me dice "que no me detenga", que "no frene", que "todo pasa"... Es la voz de mi alma que está gritando en medio de tanto ruido, buscando que oiga su mensaje, buscando que me detenga a sentir que Dios sigue estando en Su trono, y que no sé cómo ni de cuándo, pero Su abrazo va a confortarme, plenamente.

Siempre hablo de trabajar para convertirnos en nuestra "mejor versión", pero hoy estoy contándote mi propio proceso. Hay días donde se siente que la batalla se perdió, y en esos días sólo pienso que estos días "son parte de "... Siempre utilizo alegorías cuando atiendo en las sesiones a mis pacientes, y en este caso en concreto ser´´ia : estoy construyendo algo grande, algo que requiere cimientos fuertes, que soporten el peso de la estructura; estoy construyendo un edificio; un edificio pensado en acobijar personas, a ser de resguardo para aquellos que les duele la vida, que han perdido el rumbo o que viven por inercia y no por propósito. Me estoy convirtiendo en la persona que pueda mostrar que todo es posible, que al que cree realmente, todo le es posible.
El trabajo en uno mismo es el trabajo más desafiante que tenemos como seres humanos, por la complejidad de la que estamos constituidos. Cuando uno descubre el por qué vive como vive, y que las creencias que tiene sobre sí mismo son determinantes para construir una vida que le de satisfacción, o que simplemente sea la vida que vive, sin mayores cuestionamientos, empieza a despertarse en uno la noción de responsabilidad ante la vida. Venimos (culturalmente) determinados a responsabilizar a otras personas de nuestro estado actual ( sea quien sea esta persona, mayoritariamente padres o personas significativas), porque tal vez no nos sentimos capaces de asumir nuestras propias falencias ( en la adultez mayoritariamente)
Algo que siempre digo y repito es algo del Estoicismo: " Recuerda que vamos a morir"; y lejos de ser una frase que invita a vivir en desorden, la tomo como una frase que me recuerda que somos seres finitos, y que lo que creo que "va a suceder", si no hago algo al respecto, jamás sucederá. La vida está hecha para vivirla en plenitud; con relaciones plenas, con proyectos y desafíos que nos motiven a creer que somos más capaces de lo que creemos, y trabajemos en pos de ello.
Agradezco a este 2025, que fue un año de pérdidas significativas, de cerrar ciclos que no me encaminaban al lugar al cual quiero llegar. Agradezco a las personas que permanecieron, a las que ya no están, pero que fueron importantes para mí. Agradezco profundamente este día de vida, y este año nuevo que comienza. Si bien estamos aún en 2025, hay momentos donde nuestro año inicia de acuerdo a cierres o determinaciones que tomamos. No es "un día", si no que es más bien una actitud.
Y cierro con esto. Siempre a mis pacientes les cuento que hay dos clases de "dolores". Yo llamo a uno, el "dolor estéril", el cual es un dolor que no genera nada más que malestar, y tristeza. Que puede decantar el culpa o resentimiento. Que te deja atascado, que no te desafía a nada más que a la autocomiseración. Y después está el "dolor aprendizaje", ese dolor es el que te transforma. Es el dolor que bien usado, comprendido, elaborado, saca internamente una nueva versión tuya, enriquecida, potenciada y más profunda. Requiere de analizar, pensar y cuestionarse, de pasar "oscuras noches del alma", donde sentimos que nos desarmamos y que no encontramos la forma de sostenernos. Pero es ese dolor, justo ese dolor, el que hace la magia.
Les deseo a todos que cada vez que les duela la vida, una situación, una pérdida, se detengan, respiren y usen ese dolor como fuente y combustible para que lo mejor de ustedes cada vez salga más a la luz, con consistencia y en paz.
Los abrazo.